Últimamente resulta muy complicado navegar por Internet y preservar nuestra intimidad. Los navegadores rastrean con total impunidad nuestra actividad de manera que si en alguna ocasión buscas una “braga roja” vas a tener bragas rojas en tu pantalla hasta el hartazgo. Los proveedores de Internet ofrecen dispositivos amañados que benefician exclusivamente a sus propios intereses. Los sistemas operativos (incluso los de código abierto que supuestamente hemos hecho entre todos) incluyen aplicaciones de difícil o imposible desinstalación que nos obligan a usar la Red según el dictado de opacos poderes. La publicidad es tan agresiva que llena las pantallas y bloquea nuestros terminales. Cuando inicias una sesión con tu cuenta “privada” te introduces en el mundo menos privado de todos (el descaro es tal que incluso aparecen mensajes que recomiendan no cerrar nunca la sesión y esta opción aparece marcada por defecto). Los nuevos dispositivos “inteligentes” son una ofensa a nuestra inteligencia y han sido diseñados por unos listillos que nos obligan a usarlos según su interés particular, que no el nuestro. Teléfonos y tabletas que se actualizan sin nuestro consentimiento, asocian actividades privadas a nuestras cuentas y están llenos de aplicaciones no deseadas. Son dispositivos diseñados para monitorizarnos. Portales diseñados por mediocres que ofrecen en portada los contenidos virales que no son de ningún interés para personas con cierto juicio. Encontrar algo bueno en Internet se hace cada vez más complicado. La evolución de la Red nos está llevando a un retroceso en nuestras libertades. Aquellos que más utilizan las redes sociales son los que se encuentran más sólos y expuestos.
Salid a la calle, no os dejéis engañar por una realidad virtual que no es real. Que la tecnología sirva para vivir mejor, no permitas que sea un sustituto de tu propia vida. Recuperemos la Red, podemos empezar luchando contra las cookies, que deberían estar prohibidas.
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