miércoles, 12 de agosto de 2020

Coronavirus, encierro e idiotez

 


El gobierno de España y muchos otros se enfrentan a la epidemia del coronavirus confinando (o más bien encarcelando) a toda la población.
En España hemos sufrido más de tres meses de "encarcelamiento" sin que hayamos cometido delito alguno. Nunca se ha sufrido una mayor represión, ni siquiera en la época franquista.

El efecto rebote de esta represión sin precedentes es una segunda oleada de casos.

La nefasta gestión de la epidemia está provocando un sinfín de problemas de salud mental y de convivencia, tan graves como los peores efectos de la propia enfermedad.

Al principio de todo este despropósito teníamos que permanecer encerrados en nuestras deficientes viviendas bajo amenaza de multas desproporcionadas.
Tras varias semanas escuchando las ventosidades de los vecinos la convivencia comenzó a ser insoportable.
Los medios de comunicación animaban a realizar deporte en unas viviendas que no están preparadas para tales menesteres, por lo que los ruidos hacían aún más insoportable en encierro.
Nos animaban a ser pulcros en la limpieza transmitiéndonos auténticas barbaridades como mezclar lejía con amoniaco, lo que puede producir intoxicaciones mortales.

Las farmacias no tenían alcohol porque cuatro listos lo acapararon para fabricar geles hidroacohólicos que venden a elevados precios para enriquecerse.

Encerrados, temerosos y sin un adecuado descanso estamos sufriendo todo tipo de crisis mentales y existenciales.

En un primer momento no era necesario el uso de la mascarilla. Después nos enteramos de que sí son necesarias, pero nos engañaron porque no había mascarillas para todos, en vez de animarnos a confeccionarlas nosotros mismos.
Ahora su uso es obligatorio bajo pena de multa, pero los precios de una mascarilla ffp2 (las que impiden que te contagien) pueden superar los cinco euros y duran unas horas.

Se agotaba el papel higiénico y los alimentos no perecederos debido al miedo y a la poca solidaridad de un grupo numeroso de personas.

El encarcelamiento masivo se produjo porque los hospitales estaban saturados.

Nuestros trabajadores sanitarios trabajaban sin la adecuada protección y sin descanso, mientras el gobierno nos vende las virtudes de nuestro sistema sanitario. La normativa de prevención de riesgos laborales se la pasan por el forro.

Hemos aplaudido a los sanitarios, a la policía, al ejército... Yo, cuando me cruzo con la policía, no sé si enseñarle el DNI o ponerme a aplaudir.

Una amiga me cuenta, que, en su pueblo, la guardia civil hace rondas por la zona y obliga a ponerse la mascarilla a cualquier persona, incluso aunque esté paseando a un kilómetro de distancia del ser vivo más cercano, y con una temperatura de 40 grados centígrados. En mi pueblo eso se llama exceso de celo.

Y qué hemos aprendido de todo esto. Me temo que muy poco. Una de las cosas que quedó clara es que cuando la necesidad aprieta cada país se ocupa de sus propios asuntos y los demás le importan un carajo.

Yo estoy harto de esta situación y aunque animo a llevar mascarilla, a la higiene y respetar la distancia de seguridad, creo que el mejor remedio es la educación, la información, el respeto y la Libertad.

Los medios de comunicación de este país, encargados de informarnos, tienen más miedo que vergüenza. No realizan ninguna labor crítica cuando todo es criticable. Son corderitos y nosotros necesitamos leones. Son patéticos. Estamos sufriendo la mayor represión y el mayor recorte de libertades de nuestra historia y los medios de comunicación sólo se ocupan de mostrarnos a cuatro niñatos que, hartos de tanta idiotez, pasan de respetar la distancia de seguridad. ¡La política del miedo a veces no funciona, capullos!!!

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